Indefensión aprendida
En los últimos tiempos no dejan de aparecer escandalosas noticias sobre corrupción de numerosos políticos y otros personajes públicos. A diario nos informan de cómo “desaparecen” ingentes cantidades de dinero público sin aparentes repercusiones para los culpables.
Por si esto fuera poco, no hay semana que no se anuncie un nuevo recorte a los derechos de algún colectivo: bajada de sueldos, congelación de las pensiones, “minijobs”, etc.
¿Cómo es posible que asistamos a todos estos acontecimientos y la respuesta mayoritaria sea de total pasividad?
Desde mi punto de vista, la respuesta la encontró Martin Seligman en los años 70. Este investigador acuñó el término “indefensión aprendida” para describir la inusitada pasividad de sus animales tras someterlos a descargas eléctricas sin posibilidad de escapar de ellas. Asombrado descubrió que habían aprendido a sentirse indefensos y permanecer pasivos sin intentar evitarlas en modo alguno.
Tras más de cuarenta años desde este descubrimiento se encuentra sobradamente probada la presencia de la indefensión aprendida en humanos. Al igual que las ratas del experimento, cuando una persona se encuentra sometida a situaciones negativas de forma frecuente y sus intentos de escapar son fallidos aparece esta respuesta. Además es conocido que sus efectos serán aun mayores si uno tiende a pensar que las desgracias son debidas a factores estables o de carácter global.
Si reflexionan un momento, se darán cuenta que las circunstancias que de forma general se viven en nuestra sociedad desde hace varios años no son muy diferentes a las de aquellas pobres ratas que usó Seligman en sus experimentos.
Además, las explicaciones que se nos ofrecen para acometer tales “ataques”, suelen aludir a la situación global del estado o incluso de Europa, la situación de los mercados, el estallido de la burbuja, etc. Términos globales que escapan de todo control a una persona individual. Además llevamos tal cantidad de años viviendo bajo estas circunstancias que la sensación de estabilidad se encuentra generalizada en la sociedad.
Constantemente recibimos “descargas” como las expuestas en los primeros párrafos y lo cierto es que existe la percepción de que no hay escapatoria: A pesar de las huelgas, las protestas, los intentos de diálogo y cambios de los partidos políticos que se encuentran en el poder: La sensación es que hagamos lo que hagamos sólo nos queda esperar la siguiente “descarga”.
Además, desde mi punto de vista, existe otro factor que aumenta aun más la sensación de miedo e inhibe la respuesta lógica de escape. Me refiero a que junto a las explicaciones de la situación como estables y globales y las descargas continuas, en los informativos no paran de mostrar terribles imágenes que ilustran cómo se encuentran otros países que osaron buscar una escapatoria.
La lección a aprender es clara: “Me quedo como estoy que no está tan mal, podría ser peor.”