Las playas no son un cenicero

Como cada verano, las playas españolas se convierten en el lugar ideal para pasar las vacaciones, tanto para el turismo nacional como para el extranjero. Los casi 8.000 kilómetros de costa de nuestro país son un atractivo para mayores y pequeños, con preciosos paisajes, grandes extensiones de arena y pequeñas calas donde disfrutar de los deportes acuáticos o de un día de relax.

Una sola colilla puede contaminar hasta ocho litros de agua de mar y 50 de agua potable

Nuestras playas son un referente, pero también, como cada verano, nos encontramos con una serie de elementos que forman parte del paisaje playero español. En la arena nos encontramos botellas de cristal, plásticos de todas clases, latas de refrescos, restos de comida, y sobre todo, colillas de cigarros.

Utilizar las playas y el agua del mar como contenedores de basura es una costumbre que está de más en un país que lidera a los estados y territorios que participan en la evaluación de la Fundación Europea de la Educación Ambiental (FEE) sobre normas de calidad del agua, seguridad, prestación de servicios generales y ordenación del medio ambiente. España ha contado este verano con 648 banderas azules en sus playas y puertos deportivos.

Es necesario un proceso de educación y concienciación de la población para que se imponga el civismo y el respeto por la naturaleza en las playas. No sólo por una razón estética y de impacto visual. Las colillas de los cigarros no son biodegradables, tardan hasta diez años en descomponerse, y contienen elementos tóxicos contaminantes para el medio ambiente. Los filtros de las colillas están formados por acetato de celulosa, un material derivado del petróleo y además, acumulan las sustancias nocivas del tabaco, como la nicotina o el alquitrán. Una sola colilla puede contaminar hasta ocho litros de agua de mar y 50 de agua potable.

En las playas, los niños pequeños pueden encontrar las colillas y tragárselas. De igual manera, la fauna marina y las aves se las comen. Los elementos tóxicos que la forman se liberan en el mar y son ingeridos por los peces. Por lo tanto, acaban siendo consumidos por el ser humano al final de la cadena alimenticia.

Para evitar esto, basta utilizar los ceniceros de plástico en forma de cono que reparten muchos ayuntamientos, o tirarlas en una lata o recipiente que posteriormente depositaremos en alguna papelera.

Con este pequeño gesto contribuirás a preservar nuestras playas y evitarás que se conviertan en un gigantesco cenicero.

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